Se ha dicho con razón suficiente que un año no es tiempo suficiente para, cerrada ya definitivamente, juzgar con justicia y ponderación el saldo de una vida que se ha dedicado por entero a cualquiera de las ramas del saber o de la acción pública.
No obstante esto, es preciso comenzar tempranamente el recuento de los hechos de esas existencias y su valoración parcial porque ello, sin lugar a dudas, facilitará la labor de verdadero análisis histórico que sólo la perspectiva del tiempo y el conocimiento sereno de la totalidad de la obra realizada permite lograr.
La vida del doctor Jorge Aldereguía Valdés-Brito se inicia en los primeros años de la feroz dictadura del general Gerardo Machado, combatida sin tregua por su padre, con la que entrará la república burguesa mediatizada en una crisis política y económica de la que sólo saldrá parcialmente en los años de aparente bonanza económica de la segunda posguerra mundial para caer nuevamente en otra sangrienta dictadura que llevará al pueblo de Cuba a su toma de conciencia nacional definitiva y a entrar en revolución, dirigido por un líder que sintetiza toda su larga tradición de lucha revolucionaria, Fidel Castro, hasta coronarla con la implantación del primer sistema socialista en América.
En el presente breve ensayo nos proponemos analizar la vida revolucionaria y la obra de higienista social del doctor Aldereguía Valdés-Brito, enmarcada en ese cuadro histórico en el que nuestro pueblo ha alcanzado rango principal en la Era Contemporánea de la humanidad.
Influencia paterna en su formación revolucionaria y científica
En el seno de una familia pequeño burguesa por su posición económica, pero de arraigados principios marxista-leninistas, nace Jorge Alfredo Aldereguía Valdés-Brito, en la barriada del Vedado, Ciudad de La Habana, el 6 de septiembre de 1926.
Su padre, el doctor Gustavo Aldereguía Lima, ya entonces aunque joven, afamado médico especialista en medicina interna y enfermedades de las vías respiratorias, que había ganado por oposición una plaza de profesor ayudante de la cátedra de Clínica Médica en la Universidad de La Habana y que un año después lograría en brillantes ejercicios de oposición otra de tisiólogo en la Casa de Salud Covadonga del Centro Asturiano de la capital, lo que redundaba en una desahogada posición económica, iba cada vez a radicalizar más su pensamiento político junto a dirigentes del estudiantado y la clase obrera de la talla de Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena.
Durante toda la etapa de los años 20 su actividad revolucionaria fue incansable: es de los que fundan la Asociación de Amigos de Rusia, con la que logran enviar ayuda diversa a la naciente Revolución de Octubre; participa en forma destacada en el I Congreso Nacional Estudiantil, aunque es ya graduado en medicina; forma parte de la Falange de Acción Cubana, la Liga Anticlerical y la Liga Antimperialista; enseña medicina social en la Universidad Popular José Martí, fundada por Mella; atiende a este líder estudiantil, desdoblado en dirigente obrero fundador del Primer Partido Comunista de Cuba, durante su famosa huelga de hambre en protesta contra los desmanes de la dictadura machadista y logra sacarlo secretamente de Cuba; trabaja con el clandestino partido de la clase obrera cubana y se enfrenta al dictador Machado desde las páginas de la prensa, la tribuna política y por último cierra su consulta para alzarse en armas, al desembarcar en una expedición revolucionaria en el poblado de Gibara, en cuyo combate es herido, hecho prisionero y encarcelado durante seis meses.
A la salida de la cárcel parte al exilio con su esposa y sus dos hijos. Allí conoce Jorge, con apenas cinco años, las estrecheces económicas familiares por mantener sus principios revolucionarios y su amor a la patria.
Caída la dictadura, el doctor Aldereguía es nombrado director del Sanatorio Antituberculoso La Esperanza y lleva a vivir a los suyos a la propia institución, en la casa destinada a los que ocupaban su cargo. De esta época recordará Jorge como imagen imborrable los últimos días del gran poeta y líder revolucionario comunista Rubén Martínez Villena, consumido por la tuberculosis pulmonar y atendido solícitamente por sus padres, en un pabellón situado frente a la casa en que residían.
La huelga de marzo de 1935 contra las imposiciones del nuevo hombre fuerte del imperialismo norteamericano en Cuba, coronel Fulgencio Batista, lanza nuevamente a los Aldereguía al exilio, del que regresarán al siguiente año.
De forma irregular, dada por la inestabilidad familiar en estos tiempos, cursa Jorge sus estudios primarios en los colegios privados "La Luz" e "Instituto Edison", hasta ingresar en el Instituto de Segunda Enseñanza del Vedado, La Habana, en 1939, para comenzar sus estudios pre-universitarios.
Durante su permanencia en este centro docente, etapa que coincide en lo nacional con la primera dictadura batistiana y en lo foráneo con la Segunda Guerra Mundial, participa en manifestaciones estudiantiles y acciones de protesta contra la dictadura, así como en actos que se organizan en apoyo a la lucha antifascista y contra el nazismo, de la que su padre era un verdadero paladín.
Este activo ambiente revolucionario en que transcurre toda su niñez y su primera juventud, le permite conocer a hombres cuyo recuerdo y ejemplo ayudarán a forjar su fuerte espíritu revolucionario, tales fueron, entre otros, Pablo de la Torriente Brau, Ramiro Valdés Dausá, Raúl Roa, Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez y el revolucionario latinoamericano Carlos Aponte, a quien conoce viviendo oculto en la consulta médica de su padre.
El 5 de enero de 1945 se le extiende su título de Bachiller en Letras y Ciencias y matricula la carrera de medicina en la Universidad de La Habana, en el ya comenzado curso de 1944-1945.
Este inicio tardío del primer año de la carrera le permite solamente matricular tres de las cinco asignaturas de que constaba, una de las cuales aprueba en examen ordinario y dos en extraordinarios, por lo que puede matricular el segundo año, pero recargado con las dos asignaturas más difíciles del primero: Anatomía Descriptiva 1o. curso y Química Biológica.
En el segundo y tercer año de la carrera, tendrá Jorge Aldereguía que estudiar duramente para lograr pasar al cuarto, con sólo las asignaturas correspondientes a ese año.
A partir de entonces, sus notas se elevan considerablemente sin tener que examinar ninguna en extraordinario y poder dedicar más tiempo a la práctica hospitalaria y a recibir junto a su padre no solamente una sólida formación política, sino también el gran caudal de sus conocimientos científicos. Con el laborará en su consulta y en el Instituto Clínico de la Habana, donde iniciará su preparación en la especialidad de enfermedades de las vías respiratorias en general y tuberculosis en particular.
Al mes de comenzar el sexto año de la carrera, 5 de octubre de 1950, informa al Decanato de la Facultad de Medicina que escoge como tema de su futura tesis de grado, la rehabilitación vocacional de los tuberculosos, el que le es aceptado a finales de ese propio mes.
El séptimo y último año de estudios será el más brillante de su carrera, en él obtiene cinco sobresalientes y dos notables en las siete asignaturas que lo integran y el 31 de julio de 1951 entrega su tesis terminada y solicita realizar los ejercicios del grado.
Por el tema de la tesis, la misma tenía que ser aceptada por la cátedra de Patología, Clínica e Higiene Terapéutica de las Enfermedades Tuberculosas y ser discutida ante un tribunal formado por sus profesores y esto constituía un verdadero reto por parte de los Aldereguía.
En 1928 el doctor Gustavo Aldereguía había aspirado a la plaza de profesor auxiliar de dicha cátedra y había tenido que interrumpir los brillantes ejercicios que realizaba, en protesta por los rejuegos con que se quería impedir, que un hombre de sus ideas políticas ocupara una cátedra universitaria. El hecho, aunque puso al descubierto los manejos inmorales que se utilizaban en tales ejercicios en la época, le negó a la juventud cubana la oportunidad de haber contado con un maestro de su calidad y veintitrés años después su hijo, que logró la nota de sobresaliente al cursar la asignatura, discutiría su tesis, en la que había tanto de la sabiduría del padre, ante un tribunal integrado por los tres profesores de la cátedra, los doctores Alfredo Antonetti Vivar como presidente, Manuel Ampudia González como vocal y Orfilio Suárez de Bustamante como secretario y ponente, en la sede de la misma, el Instituto de Vías Respiratorias del Hospital Universitario General Calixto García.
Dr. Jorge Aldereguía Valdés-Brito (1926-1988)
Figura 13. Dr. Jorge Aldereguía Valdés-Brito (1926-1988).
El 6 de agosto de 1951 el tribunal consideró aceptable la tesis y dos días después la defendía Jorge Aldereguía con la calificación final de sobresaliente y la recomendación de su publicación. El doctor Gustavo Aldereguía, en la persona de su más genuino discípulo, demostraba una vez más porqué el gremio médico cubano lo consideraba el mejor tisiólogo del país.
En la dedicatoria de la tesis ponía Jorge Aldereguía toda la sensibilidad de su espíritu:
"A mi madre. A mi novia. A mi padre, en cuyos desvelos por los tuberculosos se formó mi vida de estudiante, de médico que echa a andar, bajo su tutela, por los caminos de la Medicina.
A su vida limpia de cubano, de médico, de hombre".
La rehabilitación vocacional de los tuberculosos, verdadero libro de 167 páginas, en el que influido por la ideas de la famosa "Trudeau School of Tuberculosis", en la que se había graduado Gustavo Aldereguía durante su primer exilio y por las ideas propias de éste, quien sostenía que la tuberculosis más que un problema médico constituía una gran tragedia engendrada por diferentes factores sociales, Jorge Aldereguía revisa tan apasionante tema con enfoque genuinamente higiénico social en cinco amplios capítulos.
En ellos comienza su estudio por la terminología de la rehabilitación vocacional del enfermo, lo continúa con la evolución histórica de los sanatorios como centros de cura especializados en el tratamiento de la tuberculosis pulmonar, para adentrarse en la rehabilitación vocacional de los veteranos tuberculosos de la última guerra mundial en los sanatorios de los Estados Unidos en el período de la posguerra, describir críticamente la que el llama Escuela Vocacional de Rehabilitación al servicio de los enfermos tuberculosos, la Saranac Lake Study and Craft Guild, para terminar con una autocrítica y comentarios finales cuyas últimas palabras no podemos dejar de transcribir:
"Dolido del actual panorama cubano, tan desolador y de tintes tan sombríos, que cierra y enerva la lucha contra la tuberculosis en franca desintegración y retroceso; dolido de que los tuberculosos de mi tierra carezcan de tantas cosas, sin que asome para ellos una aurora de esperanza: el alba prometedor de la rehabilitación, elevo mi tesis con una promesa: luchar tesoneramente, como ha luchado mi padre, sin prisa y sin tregua, porque algún día sea una realidad, cumplida en nuestro suelo, la rehabilitación vocacional de los tuberculosos en Cuba, porque pronto se entienda y se proclame como un postulado el lema de este ensayo, modesto y esforzado: No basta curar cuando se cura, hay que rehabilitar siempre".
Y cumplirá con creces su promesa al luchar sin prisa y sin tregua junto a su padre no sólo, por la rehabilitación vocacional del enfermo tuberculoso, sino por la erradicación de la endemia de esta enfermedad en Cuba y la liberación definitiva de su pueblo.
Durante su etapa estudiantil universitaria participará en manifestaciones de calle y otros actos contra los desgobiernos de Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás, así como en asambleas estudiantiles donde se pronunció contra el envío de cubanos en apoyo a la guerra que llevó a cabo el gobierno norteamericano contra el pueblo de Corea.
Ejercicio digno de la profesión y actividades revolucionarias durante la dictadura batistiana
A pesar de que su padre era fundador y accionista del centro mutualista Instituto Clínico de La Habana, el doctor Jorge Aldereguía comenzó a trabajar en él, recién graduado, desde los cargos inferiores, así fue, primero médico suplente y después, médico interno y de visitas domiciliarias.
El propio año de su graduación contrajo matrimonio con la doctora Daisy Henriques Rodríguez, su compañera hasta el último aliento vital, en la que siempre encontró comprensión y colaboración estrecha en las actividades revolucionarias y estímulo constante para su superación científica.
Deseoso de profundizar sus conocimientos, no sólo en la clínica de la tuberculosis, sino también en su tratamiento quirúrgico, se asoció al equipo de cirugía torácica del doctor Ernesto Iglesias de la Torre, con el que laboró varios años, separándose de él cuando el doctor Iglesias se comprometió políticamente con la dictadura de Batista.
Los ingresos familiares reducidos, a pesar de trabajar ambos esposos, lo llevaron a establecer una delegación médica en la población de pescadores de Casablanca, donde en poco tiempo ganó prestigio por sus conocimientos médicos y desinteresada actividad profesional y en 1956 a ingresar como médico general en el Hospital de la Liga contra la Ceguera, organismo dirigido por un patronato.
La necesidad de ocupar tantos cargos de baja retribución para el sostenimiento de su familia, que se incrementaba con el nacimiento de dos hijos, sin entrar en contacto con las lacras del ejercicio profesional de la medicina en la época, no fue obstáculo para que cumpliera cabalmente con sus responsabilidades cívicas y revolucionarias, antes de y durante la dictadura batistiana.
Así, en respuesta al llamado a la conciencia nacional que lanza el inolvidable líder de la honradez pública, el senador Eduardo R. Chivás, al separarse del gobierno corrompido del doctor Ramón Grau San Martín y fundar el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), junto a figuras revolucionarias y universitarias como Isidro Figueroa, Leonardo Fernández Sánchez, Pastorita Núñez, Luis Orlando Rodríguez, Manuel Bisbé, Salvador Massip, Manuel F. Gran, Rafael García Bárcenas y Fidel Castro, se afilió Jorge Aldereguía a éste para laborar en su Sección de Profesionales.
En 1952, después del golpe militar del 10 de marzo de ese año, pasa a integrar las filas más radicales dentro de su Partido, para abandonarlo definitivamente después del asalto al Cuartel Moncada y la salida de la cárcel de sus participantes, al entrar a formar parte de una célula del Movimiento 26 de Julio que se organizó en el Instituto Clínico de La Habana.
Desde entonces sus actividades revolucionarias se hacen cada vez más intensas. Participa en la impresión y repartición de propaganda del Movimiento, en la venta y distribución de bonos, en la organización de otras células en instituciones médicas y facilita locales para reuniones secretas.
Una vez establecida la guerra en la montañas y la lucha clandestina en las ciudades y pueblos del país, contribuye con el envío de medicamentos y armas, con la preparación de personal médico y equipos para la atención de heridos en acciones armadas, como la que se organizó para asaltar la Jefatura de la Sección Radiomotorizada de la Policía, que fue denunciada y costó la vida a algunos participantes en la calle Ayestarán y formó parte en el Sector de la Medicina del Frente Obrero Nacional.
Estrechas relaciones con destacados luchadores clandestinos como Julián Alemán (Domingo), que fuera asesinado por la dictadura; Jorge Fernández (Higinio), asesinado y desaparecido, de quien recibió instrucciones para la huelga del 9 de abril de 1958, en la que organizó desde el día antes la recolección y distribución de sangre en varios lugares de La Habana, como iglesias y casas particulares, e ingresó en el Instituto Clínico, como pacientes a combatientes revolucionarios que se concentraron en espera de recibir armas para las acciones del día siguiente y con el comandante Faustino Pérez Hernández, con el que colaboró, entre otras actividades, en la atención médica a combatientes heridos, ocultos en un apartamento de la calle 22 en el Vedado. También en esta etapa final facilitó con su ayuda el asilo de algunos luchadores clandestinos en las embajadas de Uruguay y Paraguay.
Primeras responsabilidades en el período Revolucionario
Al triunfar la Revolución el doctor Jorge Alderguía renuncia su cargo de médico interno del Instituto Clínico de La Habana, en el que había laborado durante ocho años junto a su padre, para ingresar por primera vez en el sistema de salud pública estatal, ahora depurado de las lacras que había sufrido durante casi todo el período de República Burguesa, como jefe de clínica del Hospital Antituberculoso de Cangrejera.
Indiscutiblemente constituía este nombramiento un ascenso en su carrera médica pues se reconocía con el su preparación como especializado en enfermedades de las vías respiratorias y tuberculosis.
En este cargo estará, conjuntamente con el del Hospital de la Liga contra la Ceguera, cuando lo nombran por breve tiempo, en la segunda mitad de 1959, director del Hospital Anti-Infeccioso Las Animas por crisis surgida en él y también, por corto tiempo e igual causa, director del Consejo Nacional de Tuberculosis en 1960.
Estos primeros años después de la liberación van a ser de intensa lucha ideológica en todo el país, en la que tomará parte destacada Jorge Aldereguía al ser uno de los fundadores del Partido Médico de la Revolución, organismo partidista dentro del gremio médico, con el fin de enfrentarlo a los de Acción Inmediata y Unidad Federativa, controlados ambos en esos momentos por sus miembros más reaccionarios.
El Partido Médico de la Revolución, que reunía en su seno principalmente a los facultativos que habían luchado en las montañas y en las ciudades, tenía como objetivo fundamental alcanzar la dirección dentro del Colegio Médico Nacional, poderosa organización que agrupaba a todos los médicos del país y ponerlo al servicio de los altos intereses de la Revolución triunfante.
Jorge Aldereguía fue postulado para el importante cargo de secretario general de dicho Colegio por el Partido Médico de la Revolución y realiza una intensa labor científica de captación entre los médicos de todo el país hasta las elecciones de diciembre de 1959 en que en la Asamblea General del Colegio, llevada a cabo en los salones del Club San Carlos de Santiago de Cuba, del 20 al 21 de diciembre, en un ambiente caldeado de pasiones, en que se produjo el más violento enfrentamiento ocurrido en la lucha ideológica sostenida dentro del gremio médico después del triunfo revolucionario, fue electo como presidente del Colegio Médico Nacional el doctor Oscar Fernández Mel, comandante del Ejército Rebelde y Jorge Aldereguía como secretario general.
En este cargo estará hasta 1962 y desde él se dio a la tarea junto a otros compañeros de organizar el Frente Nacional de Profesionales y Técnicos en el que ocupó la responsabilidad de coordinador general.
El 1ro de agosto de 1961 se produce un hecho de extraordinaria importancia, que le dará su principal característica a la primera década del desarrollo de la salud pública revolucionaria, al promulgarse ese día la ley No. 959 que señala al Ministerio de Salud Pública como rector de todas las actividades de salud del país, incluyendo las de las unidades privadas y mutualistas.
Se inicia a partir de esta ley la etapa de integración, en uno sólo de carácter nacional, de los tres sistemas que, independientes totalmente el uno de los otros y sin que formaran el privado y el mutualista verdaderos sistemas, conformaron la estructura organizativa con la que contó el pueblo de Cuba, para el cuidado de su salud, hasta 1959.
El doctor Jorge Aldereguía que, por haberse formado como médico en él, conocía perfectamente las características del mutualismo en Cuba, por una parte en su importante función de cubrir las necesidades de salud de un gran sector de la población del país al que no satisfacían los servicios estatales y por otra como fuente de ganancias para unos pocos y engendrador de largos conflictos laborales con el gremio médico que sentía explotado su trabajo en él, fue nombrado en la importante función de crear las bases de lo que un año después culminaría en el Decreto Ministerial No. 20 de 31 de diciembre de 1962, por el que quedaban integradas las unidades privadas y mutualistas en la Empresa Mutualista, organización dependiente de la Subsecretaría de Asistencia Médica, pero que conservaba su propio carácter.
No se le ha dado aún toda la importancia que esta labor comportó, pero ésta es un ejemplo de síntesis dialéctica aplicada a un fenómeno del desarrollo de la salud pública cubana. Se suprimió en el mutualismo todo lo que había en él de espurio y sus beneficios, marcharon paralelamente al desarrollo de la organización de la salud pública, integrándose a ella paso a paso en los años sucesivos hasta fundirse totalmente con la organización estatal en un Sistema Nacional Único de Salud en 1970, primero del continente americano, al incorporarse la última de sus unidades, el histórico Centro Benéfico Jurídico de Trabajadores de Cuba.
Otras urgentes necesidades alejaron al doctor Jorge Aldereguía de tan importante labor, para la que estaba tan bien capacitado y de la que fue el iniciador en momentos muy difíciles, al ser nombrado en el año 1962 director de la Dirección de Docencia y Perfeccionamiento Carlos J. Finlay.
Durante cinco años desempeña este cargo, en cuyo tiempo dedica todos sus esfuerzos y entusiasmo a crear el personal técnico medio que las necesidades de un incremento constante de unidades médico-preventivas en todo el país, demandaba en variedad y cantidad sin precedentes en nuestra patria.
Esta experiencia práctica alcanzada en el desempeño de tantos cargos de muy diversa índole dentro de la organización de salud se enriquecerá en lo teórico, durante esta etapa, con el estudio continuado que realizó, principalmente, en cursos de posgrado como los que tomó en Checoeslovaquia sobre Organización de los Servicios de Salud (1960), en Cuba sobre Organización de la Salud Pública Socialista (1962) y en Hungría, también sobre Organización de la Salud (1965).
Pero el dirigente revolucionario necesita algo más que experiencias administrativas y conocimientos teóricos, y es su completa compenetración con las masas de trabajadores del sector que dirige en particular y en general, con toda la masa obrera del país y esto lo logró con creces el doctor Jorge Aldereguía al ser elegido en 1966 Secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Medicina y miembro del Comité Nacional de la CTC y en 1967, al ingresar como miembro fundador en el nuevo Partido Comunista de Cuba.
En la dirección central del Sistema Nacional de Salud
Al ser llamado en 1967 por el Ministro de Salud Pública, comandante doctor José R. Machado Ventura, a ocupar el cargo de Viceministro de Higiene y Epidemiología, se encuentra el doctor Jorge Aldereguía completamente formado como higienista social y por lo tanto altamente capacitado para su desempeño. Tan así es lo que afirmamos que otros dos ministros, los doctores Heliodoro Martínez Junco y José A. Gutiérrez Muñiz, lo ratifican en tan importante función.
En la segunda mitad del mismo año de su arribo al cargo rector de la higiene y la epidemiología en Cuba se produce en la histórica ciudad de Bayamo un brote epidémico de fiebre tifoidea de grandes proporciones, por contaminación de las aguas del acueducto de la ciudad, que puso a prueba la calidad y organización del viceministerio bajo su regencia.
El doctor Jorge Aldereguía se trasladó a dicha población con su equipo de asesores y funcionarios y personalmente dirigió y supervisó las investigaciones de las causas que produjeron la epidemia, la aplicación de las medidas preventivas y curativas, la organización de salas en los hospitales, la apertura de nuevas unidades provisionales para la atención de enfermos y la campaña de divulgación a la población.
También estuvo allí todo el tiempo que duró la emergencia epidemiológica, supervisando personalmente los cuantiosos recursos que se movilizaron y la organización del trabajo realizado, el entonces Ministro de Salud Pública doctor Heliodoro Martínez Junco, dándose un ejemplo cabal de como actúa nuestro Sistema Nacional de Salud, en todos sus niveles, en casos como ese.
Son estos, años de grandes logros de la epidemiología cubana. En el propio 1967 se declara completamente erradicada la varias veces centenaria endemia palúdica en el país al no reportarse nuevos casos autóctonos; tres años después desaparece la difteria de Cuba; durante 1970, 1971 y 1972 se reportan los últimos casos aislados de poliomielitis anterior aguda en niños no vacunados, enfermedad que había dejado de producir mortalidad desde la primera campaña de vacunación en 1962 y en los años sucesivos el estado de salud de la población cubana comienza a ser considerado entre los mejores del mundo.
En 1976 al establecerse la nueva división política administrativa, instaurarse los órganos del Poder Popular e implantarse el Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, con lo que se consolida institucionalmente el socialismo en Cuba, se producen grandes cambios en la organización y estructura del Sistema Nacional de Salud.
El Ministerio de Salud Pública, como organismo central, quedó subordinado al Estado y al Gobierno de la República, las direcciones provinciales y municipales de las Asambleas del Poder Popular de sus instancias respectivas y se eliminaron las direcciones regionales. Los viceministerios desaparecieron como unidades organizativas, sustituyéndose por viceministros dirigentes que forman parte del Consejo de dirección del Ministro y a quienes éste les delega las funciones de atender grupos de unidades organizativas constituidas por direcciones nacionales y departamentos independientes.
En esta nueva estructura, con la que se incorporó el Sistema Nacional de Salud a los diferentes niveles del Estado cubano haciéndolo mucho más dinámico y eficiente, se cometió, sin embargo, una incongruencia que trajo resultados negativos a la organización sanitaria del país, al disolverse el Viceministerio de Higiene y Epidemiología integrándose sus actividades al de Atención Médica.
El doctor Jorge Aldereguía, en el seno del Consejo de Dirección del Ministro, se opuso a esta medida que debilitó el trabajo de tan importante actividad, lo que fue puesto de manifiesto poco después al tenerse que enfrentar la epidemia de dengue que sufrió el país a partir de septiembre de 1977, para lo cual no se estaba debidamente preparado, rectificándose dicho error ante tan lamentable experiencia.
Al desaparecer el Viceministerio de Higiene y Epidemiología fue nombrado el doctor Aldereguía, en 1976, viceministro a cargo del Desarrollo para la Salud, desde cuyas funciones encausará sus esfuerzos principalmente a la fundación e incremento de un centro de investigaciones en el campo de la organización de la salud pública, el Instituto de Desarrollo de la Salud, el cual se inaugurará dos años después y en cuya dirección será nombrado en 1982.
Durante el tiempo en que desempeña su labor en estos viceministerios que corresponde a los últimos años de la etapa de integración del Sistema Nacional de Salud y toda la correspondiente de consolidación del mismo, el doctor Jorge Aldereguía ocupó en varias ocasiones la dirección del Ministerio de Salud Pública como ministro por sustitución reglamentaria y va a desarrollar una ingente actividad como representante de Cuba en los organismos internacionales de salud.
Así formó parte de nuestra delegación en la 18°. (1965), 20°. (1967), 25°. (1972), 27°. (1974), 28°. (1975), 31°. (1978), 32°. (1979), 33°. (1980) y 34°. (1981) Asambleas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en Ginebra, Suiza; presidió la delegación en la 27°. y en la 33°. presidió las Discusiones Técnicas; asistió a las reuniones del Consejo de Dirección de la Oficina Sanitaria Panamericana (OPS), en Washington en 1961, 1969, 1970, 1973, 1977, 1978 (Granada), 1979, 1980 y 1981; participó en la I (1978), II (1979), III (1980) y IV (1981) Reuniones de Ministros de Salud del Movimiento de Países No Alineados celebradas en Ginebra, presidió la V celebrada en La Habana y formó parte de las delegaciones cubanas al Congreso Internacional de la Asociación de Estudios de las Condiciones de Vida y Salud (1971) y a la Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer, México (1975).
En todas estas importantes reuniones o eventos internacionales fue siempre uno de los redactores de los informes o ponencias de la delegación cubana y supo ganarse el respeto entre los delegados de todo el orbe por su indiscutible competencia y entre el personal subalterno y de servicios por su trato franco y afectuoso para todos. Por ello no es raro que al conocerse en la sede central de la Oficina Sanitaria Panamericana en Washington la noticia de su fallecimiento, los delegados de todas las naciones de América y los funcionarios de la institución guardaran un minuto de silencio en memoria de tan destacado higienista social latinoamericano.
En esta intensa etapa de trabajo de su vida el doctor Jorge Aldereguía tuvo tiempo para continuar incrementando sus conocimientos científicos y políticos al tomar en 1969 un curso de Programa de Control de la Tuberculosis, en 1976 otro de Filosofía Marxista-Leninista y en 1981 un tercero de Organización de la Salud Pública en la URSS, así como obtener, por convalidación, su título de Especialista de Primer Grado en la especialidad de Organización y Administración en Salud Pública el 29 de marzo de 1980 y que la Sociedad Cubana de Higiene y Epidemiología y la Sociedad Cubana de Administración de Salud lo nombraran miembro titular en 1974.
Últimos cargos desempeñados
Al ser nombrado en 1982 director del Instituto de Desarrollo de la Salud, el doctor Aldereguía dejaba tras sí quince años de intensa labor en la dirección central del Sistema Nacional de Salud, en los que había entregado lo mejor de su madurez fecunda y su salud visiblemente quebrantada.
Pero no fue el Instituto lugar de reposo para él. Desde la dirección de esta institución, creada con el objetivo principal de darles a los planes de salud del país una base verdaderamente científica alejada de toda improvisación, continúa el incremento de investigaciones en todas las ramas de la organización de la salud pública, realizadas por equipos multidisciplinarios de investigadores jóvenes orientados por lo mejor de nuestros veteranos dirigentes, forjados en el desempeño de importantes funciones en los diferentes niveles del Sistema Nacional de Salud y en el estudio sistemático de nuestros principales problemas sanitarios.
Son de recordarse aquellas inolvidables sesiones de su Consejo Científico, donde eran rigurosamente discutidos los protocolos e informes finales de sus investigaciones, en las que se aprobaron algo más de ochenta de éstas y que si no todas se llevaron a la práctica social culpa no fue de sus investigadores ni de la institución.
En el Instituto el doctor Aldereguía se incorpora a la docencia e imparte la asignatura de Administración de Servicios y Programas de Salud, así como preside y forma parte de numerosos tribunales estatales para el examen de especialistas de Administración de Salud y tutorea trabajos de terminación de residencias.
Durante estos años tiene la oportunidad de participar en investigaciones y publica sus resultados en numerosos trabajos, ya como autor o colaborador, que aparecen principalmente en la Revista Cubana de Administración de Salud, de la que fue director hasta su fallecimiento, entre los que solo citaremos: "La Salud y el Nuevo Orden Económico Internacional" (1983), "Economía de la Salud Pública: consideraciones sobre la importancia para el Sistema Nacional de Salud" (1983), "El papel del Instituto de Desarrollo de la Salud en la Atención Médica Primaria" (1984) y "Organización de la Investigación" (1985), todos en la revista bajo su dirección y "El estado de salud de la población cubana" (1983) en International Journal of Health Services.
Son numerosos también los trabajos que presenta en, la III Jornada Científica del Instituto de Desarrollo de la Salud (1983), en Taller Nacional de Investigación en Salud (1984), en II Jornada Provincial de Administración de Salud (1984), en Congreso de Salud para Todos - 25 Años de Experiencia (1984), en Taller Latinoamericano y del Caribe de Investigación en Salud (1984) y Seminario Internacional de Población y Nuevo Orden Económico Internacional, Universidad de La Habana (1984).
Su gran experiencia en eventos internacionales hace que, aún tomándose en cuenta sus limitaciones de salud, se le envíe en 1983 a la Reunión del Grupo de Expertos sobre Mortalidad y Política de Salud, en Roma; en visita de estudio al Instituto Maxim Zetkin de la República Democrática Alemana; a la Reunión de la OPS sobre ALAESP y Administración Sanitaria de Emergencia en casos de desastres naturales, en Washington y a la Conferencia Internacional de Población, en México y que en 1985 participe en la XXIV Reunión del Comité Asesor de Investigaciones en Salud, celebrada en La Habana.
Por toda esta extraordinaria labor de 26 años en la salud pública revolucionaria cubana, que culmina como investigador y publicista en el campo de la higiene social, la Comisión Nacional de Grados Científicos de la República de Cuba, por Resolución No. 3 del 27 de enero de 1985, le otorga el grado de Candidato a Doctor en Ciencias Médicas y la Dirección Nacional de Especialización y Grados Científicos del Ministerio de Salud Pública, el título de Especialista de Segundo Grado en la especialidad de Organización y Administración en Salud Pública, el 16 de diciembre de 1985.
Cuando el Instituto de Desarrollo de la Salud, cierra sus puertas en la segunda mitad de 1986, el doctor Aldereguía pasa por breve tiempo a desempeñar el cargo de asesor del Ministro de Salud Pública, hasta acogerse al siguiente año a retiro, forzado por el avance de su enfermedad.
De esta época, es su carta en la que presenta su renuncia como presidente de la Asociación de Amistad Cuba-Lao, en la que tanto se pone de manifiesto su espíritu fuerte ante la adversidad, su optimismo valiente y el dirigente que llama al cumplimiento del deber:
"Como saben -dice a los miembros de su Junta de Gobierno- mi estado de salud ha quedado comprometido de tal forma, que limita mis posibilidades de acción para continuar esta actividad. Y las verdades hay que aceptarlas por duras que éstas sean.
Por otra parte en la medida que mejore mi situación -hay que ser siempre optimistas- en alguna forma cooperaré en un trabajo de tan altos valores políticos y humanos como éste.
Conozco por las magníficas relaciones que creamos y por la calidad revolucionaria de ustedes, que sería un exceso pedirles que se esfuercen por mantener el ritmo de las hermosas tareas de amistad y solidaridad con Lao, pero sí estimo una obligación solicitar que cada vez más aumenten este trabajo, mejoren la calidad del mismo y que los hermanos laosianos sientan que siempre estamos más cerca de ellos y que nuestra amistad se fortalece con un carácter permanente".
A esta carta responden su compañeros con estas palabras que son el más alto reconocimiento a su larga ejecutoria:
"Usted, con su limpia y activa vida de revolucionario, su profundo sentido de la solidaridad y su firme decisión de desarrollar y fortalecer la amistad con los pueblos hermanos, en particular del pueblo de Lao, ha sido un ejemplo para todos nosotros y para las nuevas generaciones.
Recientemente conocimos por usted mismo su preocupación de no poder continuar desempeñando a plenitud su cargo de Presidente por sus problemas de salud.
Valoramos y comprendemos, en toda su magnitud, el significado, la gran lección ideológica y el profundo carácter revolucionario de su planteamiento, expresión de su condición de hombre sencillo y entregado a la más justa de las causas. Sin embargo, hemos analizado profundamente su solicitud y queremos expresarle nuestra decisión de pedirle que siga al frente de la Asociación, pues necesitamos de usted".
Y en ella se mantendrá Jorge Aldereguía, así como en la dirección de la Revista Cubana de Administración de Salud e incorporado como asesor del director del Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas, su hijo mayor, el doctor Jorge Aldereguía Henriques, hasta su sorpresiva muerte el 25 de junio de 1988.
Figura representativa como forjador de la salud pública revolucionaria cubana
Durante sus treinta años en el desempeño de tan diversos cargos en el Sistema Nacional de Salud y en la vida política del país, el doctor Aldereguía recibió honores como fueron, el haber sido elegido delegado al I Congreso del Partido Comunista de Cuba (1975), miembro de la Dirección Nacional de los CDR (1977-1985), delegado al I Congreso de los CDR (1977), presidente de la Asociación de Amistad Cuba-Lao (1976), miembro honorario de la Junta Directiva de la Asociación Amistad Cuba-URSS (1985), miembro honorario de la VI Conferencia Cumbre del Movimiento de los Países No Alineados (1979), diploma al mérito VI Conferencia Cumbre del Movimiento de los Países No Alineados (1979), miembro honorario de la Sociedad Chilena de Salubridad (1971), miembro de honor de la Sociedad Cubana de Microbiología (1976), medalla XX Aniversario del Estado Cubano (1975), distinción Manuel Fajardo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud (1976), diploma de reconocimiento por el aporte brindado a la preparación del II Congreso del Partido Comunista de Cuba (1980), medalla de Combatiente de la Clandestinidad (1981), distinción 28 de Septiembre (1982) y certificado de Miembro Fundador del Partido Comunista de Cuba (1983).
Sus cualidades personales de firmeza de carácter, trato afable, bondadoso y de una exquisita sensibilidad humana, que lo inclinaron desde niño a la más estrecha relación con los humildes; su enorme capacidad de trabajo puesta siempre al servicio de su pueblo, pero sobre todo su modestia ilimitada que lo llevó a ver siempre los altos cargos que desempeñó como oportunidades de servir a su patria, sencilla y naturalmente como pedía José Martí y nunca como motivo de egolatría personal, todo esto hizo del doctor Jorge Aldereguía uno de los dirigentes más respetados y queridos de nuestro Sistema Nacional de Salud.
El último evento científico al que asistió lo sería el I Congreso Nacional de Historia de la Medicina, celebrado en Cienfuegos del 22 al 25 de junio de 1988, en homenaje a la memoria de su padre, el doctor Gustavo Aldereguía Lima y que tuvo por sede el Hospital Provincial Docente Clínico Quirúrgico que lleva por nombre el de tan ilustre médico y revolucionario.
El primer día del Congreso en un emotivo acto se le entregó al doctor Jorge Aldereguía la medalla conmemorativa por el trigésimo aniversario del 5 de septiembre, conferida de forma póstuma a su padre, por su destacada trayectoria y aporte a la salud pública cubana.
El día anterior al de la clausura haría, su última presentación pública al presidir una importante sesión plenaria dedicada a la evolución de la medicina social en Cuba. En ella, el doctor Francisco Rojas Ochoa hizo un brillante recuento histórico de la higiene social de nuestro país, los doctores Rubén Rodríguez Gavaldá y Arnaldo Tejeiro Fernández, destacaron los logros alcanzados en la salud pública en el período revolucionario y el doctor Jorge Aldereguía Henriques, con sentido crítico, no excento de alta justicia, enfocó el desarrollo histórico de la salud pública revolucionaria cubana y su proyección futura, citando nombres que ya la historia recoge en sus páginas.
Unas horas más tarde, en la mañana del 25 de junio de 1988, moría el doctor Jorge Aldereguía Valdés-Brito, en la propia ciudad de Cienfuegos, reconocido históricamente como una de las figuras más representativas entre los forjadores de la salud pública revolucionaria cubana.